Da la casualidad de que hoy cumplo mis primeros 50 años de vida y afortunadamente han sido 50 excelentes años, llenos de muchísimas cosas buenas y algunas, las menos, malas.
Y es que este aniversario tiene un número que es muy especial.
50 es la mitad de algo y también es el complemento de algo.
50 es un número muy socorrido para hacer listas de cualquier cosa —el Top50 de algo, lo conocen algunos.
En mi más tierna infancia con una moneda de 50 centavos yo hacía maravillas y me alcanzaba para comprarme muchas cosas. Tener un "tostón" era equivalente a ser rico y potentado.
Según me enteré hace unos días por una nota en el periódico: "La felicidad aumenta a partir de los 50 años. Una macroencuesta de Gallup certifica que la crisis de los 40 existe, pero después viene lo mejor".
Además, creo que 50 años es un buen momento para detenerse unos cuantos minutos y dedicarse a hacer un repaso de lo que uno ha hecho en todo este tiempo y, lo más importante, hacia dónde se quiere ir en lo que le quede a uno de vida.
Yo me considero un afortunado, la verdad. Tengo una mujer que me quiere, que la quiero, de la cual estoy enamorado y con la cual comparto planes para el futuro. Tengo mi hermana y mis sobrinas a las que quiero con locura y que, aunque físicamente se encuentran lejos de mí, las llevo en mi corazón y me acompañan en mis pensamientos. Tengo muchos y muy buenos amigos en ambas orillas del Atlántico, y aunque algunos no los vea con la asiduidad con la que me gustaría, las maravillas tecnológicas del éter digital los acercan y los siento muy cercanos. Tengo salud, trabajo, proyectos y muchas ganas de ayudar a los que me rodean —aunque esto parezca inverosímil en un mundo cada vez más individualista y egoísta.
Un día como hoy, 24 de mayo, sucedieron tantas cosas que bien vale la pena revisarlas y confrontarlas con la óptica de alguien que nació en el siglo XX y que sigue plenamente activo en el siglo XXI y así, con la perspectiva del tiempo, sólo me puedo sentir agradecido y contento con mi vida, esta vida que Alfonso Benjamín y María del Carmen Elsa un día concibieron fruto de su amor y que hoy los recuerdo con el corazón henchido y esperanzado de poder hacer muchas cosas, porque... ¡hoy comienzo a vivir una nueva etapa en mi vida!
Gracias a todos ustedes y discúlpenme por usar este espacio para estos desvaríos tan íntimos y poco formales que prometo no volver a repetir, hasta que se cumplan los próximos 50 años...
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