...pero no los del Oso...
Nos encontramos a muy pocos días (horas, diría yo) de la toma de protesta de
Felipe Calderón como nuevo presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos y hoy me despierto con una
serie de noticias que me dejan sumido en un estado de confusión: mezcla de angustia, enojo, tristeza y vergüenza por la situación en la que se encuentra en estos momentos mi país.
Los hechos que protagonizaron ayer los diputados del PAN y del PRD en el máximo Foro de la política mexicana (el Congreso de los Diputados) no sólo ocupando la tribuna de una manera desordenada y vandálica, sino llegando incluso a las agresiones físicas y verbales me parece deplorable y bochornoso. Tan impactante ha sido la noticia que muchos periódicos en el mundo lo han reflejado en sus ediciones tanto impresas como digitales.
Si, ya lo sé. Algunos me dirán que más vergonzoso es el "supuesto fraude" de Felipe Calderón o la lastimosa y triste situación de Oaxaca en donde todos los actores de tal crisis (PAN-PRI-PRD-APPO, etc., etc.) son culpables de haber llegado hasta donde están ahora. Pero es que el triste espectáculo que han dado los legisladores mexicanos deja mucho que desear y muestra, irremediablemente, el nivel tan bajo en el que ha caído el discurso político en nuestro país.
Los diputados nos están mostrando la verdadera cara de la política mexicana, en donde lo que menos interesa es el bienestar del pueblo o el avance democrático de nuestra nación. Prevalecen por encima de ello los intereses personales y partidistas con un nivel tan pobre de disertación, tan barriobajero y con guiños tan gangsteriles que demuestran que, ni tienen interés por el diálogo, ni conocen conceptos tan simples como: entendimiento, democracia o respeto por las instituciones.
El panorama es más bien triste y negro. Sin embargo, aún queda algo de esperanza: en ciudades como el D.F o Tampico, ha comenzado a mostrarse la versión mexicana de la campaña social "Abrazos gratis" que inició en Sydney, Australia, el personaje llamado Juan Mann y que conmueve, mediante un simple abrazo gratuito, las conciencias de extraños que pasan frente a él. Tan simple como un abrazo, tan simple como el querer conciliar intereses.
Asi es que sí, vamos a necesitar muchos abrazos en la política mexicana, pero abrazos reales, sinceros, llenos de afecto y no como los del Oso.