Sentí de pronto un nudo muy fuerte, porque lejos de Madrid en estos momentos, no podía acompañarla a ella y a Maria, la hija de Alejandro. Pero espero sinceramente que las palabras de consuelo que ayer les transmití por teléfono las reconforten y les brinden la fuerza que necesitan ahora.
Alejandro regresará a su México querido, pero yo (y muchos más) lo vamos a extrañar enormemente. Y también su diaria e increíble herencia literaria a través del relato entero y conmovedor de una enfermedad que lo consumió por completo.
Hasta pronto, Alejandro; hasta pronto, amigo mío. Durante los pocos años que duró nuestra amistad aprendí a estimarte y nunca dejaré de agradecerte lo mucho que me ayudaste para que el proyecto de Mexicanos en España fuera una realidad.
Hasta pronto y, por favor, desde allá donde ahora te encuentres te pido que no dejes de mirar por Milagros, esa maravillosa mujer que te acompañó en el último tramo de tu vida con un amor ejemplar.
Hasta pronto, hermano, y disfruta de tu nueva vida porque seguro estarás ya saboreando un buen mezcalito y escuchando los boleros que tanto te gustaban.
Hasta pronto...