El asunto parece haber encontrado una solución expedita y politicamente correcta con la que se intenta cerrar en tema y pasar a otra cosa; por lo menos, asi lo desea el Secretario de Gobernación mexicano Carlos María Abascal Carranza.
El problema se estaba convirtiendo en una "papa caliente" por el apasionamiento que se vive en México en estos momentos por el tema de las, ya inminentes, votaciones para elegir el sucesor de Vicente Fox en la silla presidencial.
Todo tiene su origen en unas declaraciones que hizo el expresidente de España José María Aznar en un evento en la sede del Partido Acción Nacional en las que manifestaba su deseo de que Felipe Calderón se convirtiera en el nuevo presidente de México.
Hasta ahi todo bien, pero da la casualidad que, los deseos del Sr. Aznar, se han tomado en muchos círculos politicos mexicanos como una "flagrante injerencia" en los asuntos domésticos de México y por ello quieren que se le aplique el Artículo 33 de la Constitución mexicana.
Como casi inmediatamente después de este hecho, Aznar retornó a tierras españolas, técnicamente ya no es viable aplicarle el citado Artículo 33 (en pocas palabras expulsarlo del país) sin embargo, todos los partidos políticos excepto el PAN, quieren que se le aplique de todos modos para sentar un precedente importante.
Personalmente creo que no hay que confundir unas declaraciones desafortunadas, fuera de lugar y políticamente incorrectas con actividades de "injerencia" en asuntos politicos nacionales.
Se le puede criticar a Aznar su falta de tacto político y más aun su "candidez política", sobretodo viniendo de una persona que ha sido 8 años presidente del gobierno en España y ahora es un preclaro profesor en una Universidad norteamericana. Pero hay que distinguir bien, sin apasionamientos, entre una expresión unilateral de deseos (cosa que por cierto también esta consagrada en nuestra carta Magna) y actividades de poselitismo político.
Porque con todo este "maremágnum" de posiciones y comentarios, lo único que está sucediendo es que se le está dando importancia y reelevancia a una persona, que no tiene o no debería tenerla, de cara a la opinión pública mexicana.
Más que "rasgarse las vestiduras", nuestros politicos (todos, sin excepción) deberían centrarse en sus campañas y en encontrar propuestas que ilusionen y motiven a nuestro pueblo, tan defraudado por tantos años de crisis y corrupción, sin caer en populismos o promesas ridículas que todos sabemos nunca van a cumplir.