Estos grabados de niñas y niños son resultado de un trabajo intenso durante 2019, 2020 y 2021 en Huaxpaltepec y El Ciruelo, en la Costa de Oaxaca, México. En medio de la pandemia y con sus mascarillas puestas, han logrado obtener estas obras que nos hablan de sus culturas y sus vivencias. Es un ejercicio de reconocimiento personal, pero también colectivo en varios sentidos, porque ellas y ellos forman parte de una familia, una escuela, un barrio, el grupo de grabadores, de una comunidad, un pueblo indígena ñuu savi o negro afromexicano. Ellos mismos nos envían el siguiente texto para que estemos conscientes de la realidad actual de esas comunidades indígenas:
La exposición esta prevista que dure tan sólo dos semanas, por lo que les animamos a acercarse y tomar contacto con la expresión artística de esos niños oaxaqueñosEn la cercanía del grupo afloran los comentarios sobre lo que vive la infancia. Impera la precariedad, resultado de una economía familiar ya de por sí colapsada por políticas neoliberales, lo que se agrava con la pandemia de COVID-19. Hay un enorme rezago educativo que se refleja en un deficiente desempeño de la lectoescritura y de conocimientos escolares básicos. La migración de los padres genera una inadecuada atención afectiva hacia las y los niños. La violencia campea en medio de comunidades fragmentadas y azotadas por la droga y el narcotráfico. Y así despliegan alegremente sus sentimientos y visiones de un país en el que desean vivir, aunque a veces desean huir. Un país es reflejo de la enorme deuda que la nación mexicana tiene con la niñez, con la juventud, con el medio rural y el campesinado, con las culturas indígenas y con la población negra. Es una lectura iconográfica de los problemas que existen, de la gran riqueza cultural de los pueblos y también nos da pistas sobre la potencia de los colectivos a los cuales pertenecemos.