Salvo lo publicado por el diario mexicano La Jornada, el resto de notas y editoriales hablaban en general del acto de "locura", "ridículo" y "broma" que representó tal ceremonia.
Yo, aunque comparto con los medios los adjetivos que se han ido manejando para calificar lo que vimos el lunes 20 de noviembre, me gustaría esperarme a que avancen un poco los días y, sobretodo, veamos qué es lo que ocurrirá el próximo 1 de diciembre, fecha en la que está prevista la ceremonia de investidura de Felipe Calderón como presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.
Será entonces cuando podamos comprobar si AMLO definitivamente ha optado por seguir la oposición desde un cauce democrático y legal, capitalizando sus haberes en beneficio para el pueblo o si, en cambio, se convierte en un forajido político cuya única meta sea, como al parecer está sucediendo, su encumbramiento personal como un líder mesiánico e intransigente.
Ayer, de lo que me llamó la atención, fue la lectura de un editorial de Lluís Foix en La Vanguardia Digital llamado "México cantinflea" del que extraigo las siguientes líneas:
"...La democracia tiene sus reglas. Y tanto los que pierden como los que ganan las tienen que aceptar. No se puede cantinflear en una cuestión de esta envergadura. México es un país demasiado importante en América para estas bromas..."
Y es que hay políticos, muchos, que son artístas en el arte de "cantinflear"
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