jueves, agosto 28, 2008

El pabellón de México en la ExpoZaragoza08

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Después de varios días que llevo de regreso de mis vacaciones veraniegas, me encuentro sumergido completamente en el proceso de rediseño de nuestro portal web, pero he querido hacerme un hueco para escribirles sobre algunas de mis experiencias que quizás puedan serles de interés.

De entre todos los puntos que tocó mi periplo estival fue la ciudad de Zaragoza la que tuvo mayor relación con México y los mexicanos. Gracias a la invitación que nos hizo nuestra amiga Flori tuvimos la oportunidad de estar 5 días en la capital maña disfrutando de su hospitalidad y de su amable compañía; las dos primeras jornadas recorriendo y descubriendo algunos puntos de la ciudad que nos hemos encontrado ahora (por ejemplo, disfrutar del Café El Plata ha sido todo un hallazgo) y, luego, los tres días siguientes, recorriendo la Expo Zaragoza 08. Primero con el concierto de Lila Downs y luego con la visita al pabellón de México tuvimos la oportunidad de tener contacto con la mexicanidad que flotaba en el ambiente en aquella vigorosa y renovada ciudad aragonesa.

Del concierto ya hablé en su momento y dejé constancia de ello en este blog. Ahora le toca al pabellón de nuestro país que merece la pena ser analizado con detenimiento.

Antes que nada, aclarar que hubo varios pabellones que no visité en la Expo, no por falta de ganas o interés sino simple y sencillamente porque las enormes colas que se hacían para entrar me echaron para atrás. Consideramos que invertir dos o tres horas, a pleno rayo del sol, para entrar en un pabellón determinado no merecía la pena por cuestiones de tiempo y salud. Así, pabellones como los de Alemania, Kuwait, España, el de las Aguas extremas, el Acuario y otros se quedaron con las ganas de disfrutar de nuestra presencia.

En el caso de México, aunque siempre que pasábamos por enfrente de la puerta principal presentaba una importante fila de público en espera de poder entrar, por obvias razones no se aplicó el mismo criterio que con el resto de pabellones "conflictivos", etiquetados así por el problema del acceso.

El exterior del Pabellón de México, el único país latinoamericano con pabellón independiente y que por cierto ocupa dos plantas, es muy sobrio y a la vez elegante. Usando una serie de láminas metálicas van creando un intrincado camino que juguetea con los reflejos ambientales y que enmarca el texto: "México, somos agua" (un título que luego comprobaríamos no tiene nada que ver con el contenido del interior.)

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Decididos a entrar en el pabellón azteca nos colocamos en una fila avisados que el tiempo calculado para poder entrar sería de 30 minutos (teníamos suerte, era la hora de comida y había reducido considerablemente la cola de gente). Para hacer más grata la espera y para introducir al visitante en los contenidos que íbamos a ver, una edecán nos entregó un folleto con una somera explicación de lo que nos esperaba: cuatro áreas con contenidos específicos o, en palabras del propio folleto: cuatro experiencias.

Experiencia 1: El planeta es agua. Al acceder en el pabellón se encuentra uno con un gran espacio circular, oscuro, rodeado de paredes revestidas con paneles metálicos y con un techo blanco donde, a manera de pantalla, se proyecta un breve documental. En toda la circunferencia se encuentran alineados unos bancos que por ser de altura muy baja no resultan cómodos para la gente de cierta envergadura.
Dada la posición del cuello, el tamaño de la pantalla y el tipo de documental, los cuatro o cinco minutos que dura la película resultan muy incómodos puesto que no se puede disfrutar ni captar de una manera adecuada el mensaje que se nos está dando. Aquí aparecía, entre otras cosas que no logré captar, un mapa con los ríos y costas que son el patrimonio hídrico de México.

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Experiencia 2: La vida es agua. Una vez finalizada la proyección se abre una puerta del otro lado de la sala y se accede a un pasillo estrecho, en pendiente, iluminado de azul, con una proyección a lo largo de todo el techo en el que se puede ver un espacio acuoso repleto de espermatozoides que de manera vertiginosa se mueven de un extremo al otro. En las paredes se puede leer un texto que dice: "Mira hacia arriba y descubre que tu cuerpo es semejante al paisaje natural" . Aquí se repite el mismo problema: se emplea como pantalla un lugar que, por cuestiones de espacio, disposición y por estar en movimiento resulta muy complicado de disfrutar.

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Cuando se termina de recorrer el estrecho y tumultuoso pasillo (no sé porqué la gente va con esas prisas que lo único que hacen es atropellar a quienes van delante de ellos) se llega a una enorme sala de gran altura (ocupa las dos plantas del pabellón) que viene a ser el espacio principal del edificio.
Experiencia 3: El progreso es agua. Aquí aparece una enorme estructura metálica que viene a dar sustento a una serie de pasarelas que, en plano inclinado, van ascendiendo de forma circular.

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A lo largo de estos pasillos se puede ir viendo en las paredes una serie de proyecciones que lo mismo te pueden hablar de la industria siderúrgica del país, del tráfico en las grandes ciudades, de la actividad económica de México o de la credencial para votar. Eso sí, cuando se trata del asunto del agua (eje temático sobre el cual gira la Expo Zaragoza 08) lo más representativo que se ve en las pantallas es una imagen de una pertinaz lluvia golpeando el pavimiento.

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Experiencia 4. Ya en el último espacio del pabellón podemos encontrar un pasillo con unas enormes pantallas a cada lado en donde podemos ver a una serie de niños (se especifica claramente que son mexicanos, para no dejar ningún género de duda) zambullidos en un ámbito acuoso disfrutando de la experiencia.

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Una vez fuera del recinto, se topa uno con el restaurante mexicano del pabellón gestionado por la cadena Contramar, que normalmente esta abarrotado porque presenta un menú interesante a base de especialidades del mar con el toque característico de la gastronomía mexicana.


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Finalmente y como elemento digno de tomarse en cuenta, el Pabellón de México es el único en toda la Expo que cuenta con un Centro de Negocios de cara al público general, localizado justo a un lado de la entrada principal. Este centro se ha planteado para aprovechar la afluencia de empresarios de muchas partes del mundo y poderlos poner en contacto con sus contrapartes mexicanas. Al parecer hay datos ya oficiales de más de 300 empresas interesadas en los proyectos de desarrollo que presenta nuestro país en dicho centro.

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El balance personal sobre mi visita al pabellón es bastante triste y decepcionante, y no soy yo el único, parece ser que hay otros asistentes, incluso paisanos, que coinciden con mi punto de vista.
La arquitectura y el diseño museográfico a cargo de la Arq. Tatiana Bilbao olvidó integrar muchos de los recursos con que hidrológicamente México cuenta. ¿Dónde quedó el Usuamacinta, el Grijalva, el Pánuco o el Suchiate? ¿Dónde están las presas de La angostura, Malpaso o Chicoasén? ¿En dónde aparecen Chapala, Patzcuaro, Cuitzeo, Xochimilco? En fin, muchas omisiones importantes que se dejaron de lado para dar otra visión que, además de incómoda se aleja del verdadero tema de la exposición.

La inversión que ha representado tener un pabellón independiente, tan grande y en un lugar privilegiado y estratégico dentro del recinto de la Expo, no compensa en absoluto con la desilusión que produce su visita, sobretodo en comparación con las propuestas de otros países que, en espacios más modestos, tienen un contenido mucho más atractivo, creativo y representativo de su pais y del tema de la exposición.

Una verdadera lástima, pero a mi me dio vergüenza escuchar los comentarios de mucha de la gente al término de la visita al pabellón de mi país.

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