Pues bien, da la casualidad que poco a poco se ven en diferentes puntos de la geografía hispana, obradores, panaderías y pastelerías que ofertan este tipo de pan muy mexicano. Ayer mismo, en la edición digital del periódico El País, nos topamos con el artículo De Madrid a Vigo: el pan de muerto mexicano conquista a los obradores españoles en el que nos hablan de este auge que cada año cobra más adeptos: "aunque al principio tenían tirón mayormente entre clientes mexicanos, ahora con cada vez más los españoles que los compran. Los elaboran a diario con masa de fermentación lenta hecha con mantequilla, leche, huevos frescos, sal, azúcar, ralladura naranja y agua de azahar y, una vez horneados, se finalizan pintándolos con mantequilla algo derretida y rebozándolos en azúcar blanco con canela."
En la pagina correspondiente de la Enciclopedia virtual Wikipedia, podemos enterarnos de muchos aspectos que tienen que ver con este pan dulce mexicano tal y como pueden ser, por ejemplo, los orígenes, las variedades y los ingredientes que lo componen. Sin embargo, hay un párrafo que me ha llamado poderosamente la atención escrito por el antropólogo Stanley H. Brandes en su libro "Skulls to the Living, Bread to the Dead" (2009) y que, en tiempos actuales, nos ayudaría a entender muy bien la valiosa herencia que ha dejado España en México:
Es un verdadero placer saber que ya es posible encontrarse, en muy pocas ciudades por el momento, con el tradicional pan de muerto mexicano en suelo español. No sólo panaderías en diversos puntos de España sino, incluso también, empresas comercializadoras de productos mexicanos ofrecen en esta temporada pan de muerto para enviarlo a todo el territorio hispano. Me alegra saber que este año sí podré disfrutar de una enorme tradición que recuerdo desde mis primeros años de edad en éstas épocas otoñales.Para la cuestión de los orígenes europeos versus indígenas [del pan de muerto], no puede haber una solución simple hasta que salgan a la luz fuentes coloniales más extensas. Por ahora, la evidencia indica que el Día de Muertos mexicano es un invento colonial, un producto único de los procesos demográficos y económicos coloniales. Los principales tipos y usos de los alimentos en esta festividad definitivamente provienen de Europa. Después de todo, no hay tortilla de muertos sino pan de muertos, detalle muy significativo. Tampoco existía la caña de azúcar en las Américas antes de la conquista española. De España proceden la existencia de panes especiales y dulces a base de azúcar, la costumbre de depositar estos y otros alimentos en las tumbas y altares, la práctica de la mendicidad y otros mecanismos distributivos. Al mismo tiempo, la particular forma antropomórfica que asumen los dulces del Día de Muertos es parte de la tradición tanto española como mexica. Esta combinación de hábitos y gustos culinarios españoles e indígenas sin duda culminó en los patrones de ofrenda que observamos hoy. La ofrenda en sí es probablemente española, aunque durante mucho tiempo ha asumido una importancia en México que supera con creces la de la madre patria.
Skulls to the Living, Bread to the Dead (2009), pág. 40., por Stanley Brandes.
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